Archivo por días: marzo 6, 2008

El trabajo con el niño interior


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El trabajo con el Niño Interior es quizás uno de los más profundos y sanadores.

Según Louise Hay y muchos terapeutas, casi todas nuestras creencias y patrones de comportamiento, tanto negativos como positivos, los aceptamos cuando teníamos entre 3 y 5 años.  A partir de entonces, nuestras experiencias se han basado en lo que aceptamos como verdad desde aquella época de nuestra vida.

Si hemos crecido en un hogar «disfuncional», donde nos criticaban constantemente, nos exigían perfección, donde existía falta de amor y de cariño, lo más seguro es que actualmente continuemos tratándonos del mismo modo, minando así nuestra autoestima y energía.

Imagínense a un niño pequeño que llega a su casa orgulloso del dibujo que ha realizado en la guardería y se lo enseña a sus padres.  En el primer caso, los padres le felicitan y le dicen que es un niño muy listo, creativo, habilidoso, etc…

En el segundo caso, los padres le dicen que está fatal, que es torpe, que no sabe dibujar y que se sale de las líneas.

Obviamente, en una familia donde al niño se le aprecia, estimula a crecer, a aprender y se le da muestras de amor, el niño florecerá.  Sin embargo a un niño que se le critica constantemente, se le retira el afecto si no lo hace todo bien, etc… el pobre niño se retrae y deja de intentar aprender, crecer, o se vuelve un perfeccionista, sufriendo constantemente porque nunca estará satisfecho con los resultados.

Ahora bien, lo que nos hicieron en el pasado no lo podemos controlar.  Lo que sí podemos hacer es tomar nuestro poder aquí y ahora y dejar de tratar a nuestro niño como nos trataron a nosotros. Entonces no teníamos elección, ahora sí.  El momento de poder es siempre el presente, y es muy triste y doloroso  si  continuámos criticándonos y maltratándonos.  Así no hay forma de crecer, de amar, de ser los seres maravillosos que somos y DEJAR BRILLAR NUESTRA LUZ.

Volver a establecer una relación con nuestro niñ@ desde el amor y la comprensión es la mejor forma de sanar nuestra dañada autoestima.  Es la única manera de realizar cambios positivos en nuestra vida: establecer relaciones sanas, cuidar nuestro cuerpo, trabajar en algo que nos gusta, ser prósperos, amar incondicionalmente y llegar a sentirnos plenos y feliz.  Cuando cambiamos desde el AMOR todo nos sale bien.

Fuente: http://www.louisehaymadrid.com

Sueños de Gloria


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Es raro que una persona que haya vivido en el barrio madrileño de Lavapiés, en los años 50, no recuerde a Gloria Domínguez Carpio. Era una mujer muy poco agraciada, solterona y sin ningún pretendiente, se ganaba la vida fregando suelos, no tenía familiares cercanos ni amigos, su casa era una habitación sin ventanas y, en resumen, su existencia se limitaba a trabajar y a dormir, pero todos la envidiaban. Se la veía feliz.
 
Algunos de los que rozaron por instantes la vida de Gloria no perdieron la oportunidad de preguntarle -con más indiscreción que sutileza- cuál era la razón de su desconcertante estado anímico. Y, palabras textuales de la señora Domínguez: “La gente me tomaba por una jovencita loca, por una loca clínica, mas no desgraciada. No lo decían, pero sus miradas bastaban. Además, se despedían de inmediato y no volvían a tocar el tema. Explicarles que mi alegría se debía a la ilusión de llegar a casa para dormir cuanto antes y así soñar el mayor tiempo posible les parecía demencial”.
 
Ella no recuerda desde cuando empezó a vivir en sus sueños. También asegura no conservar imágenes de sus primeros años en casa de sus padres. Le gusta creer que llegó a ese mundo perfecto por casualidad, gracias a su curiosidad infantil. Sin embargo, Andrés Blanco, ex empleado del clausurado orfelinato Santa María, donde ella se crió, plantea que fue el dolor profundo y constante lo que la llevó a refugiarse en la fantasía. En todo caso, más allá del origen, lo relevante en su juventud era su presente. Y el presente no es algo que se ve o se toca o que está en el entorno, sino aquello que se siente y se percibe. Por eso mismo su felicidad era tan real.
 
En los años 50, al salir del trabajo, Gloria evitaba cualquier tipo de contratiempo para llegar a su casa. Una vez ahí, se quitaba los zapatos en la entrada, abría el baúl que contenía las conservas, sacaba una, cogía la barra de pan, cortaba un trozo, ponía una fruta junto a su plato y comía lo necesario. Tras terminar, colocaba los utensilios sucios en un barreño que poseía una tapa hermética para contener los olores. Después, salía al pasillo y entraba al baño comunitario. Ya bañada y en pijama, se iba directa a la cama. Esa rutina la seguía de lunes a viernes. El sábado, se despertaba a las 10 de la mañana, tomaba desayuno, realizaba las compras de la semana, lavaba todos los utensilios y la ropa, limpiaba su casa, comía algo más contundente que los otros días, salía al pasillo, entraba al baño y, finalmente, se iba a dormir, hasta el lunes, día en que se levantaba un poco antes de lo habitual para recoger la ropa del tendedero.
 
Su casa era una habitación de 12 metros cuadrados, donde al apagar la luz era imposible distinguir si era de día o de noche. Tenía un colchón muy cómodo -colocado directamente sobre el suelo-, un armario salido, el baúl de las conservas, una caja con los utensilios, el barreño y una pequeña mesa personal de 20 centímetros de altura, sobre la que estaba el frutero y la panera. Nada más, ni siquiera polvo.
 
Apenas se acostaba entre las delicadas sábanas, Gloria despertaba junto a su marido y hacía el amor, sintiendo las caricias de los primeros rayos del sol. Después alistaba a sus dos hijos para ir al colegio mientras él les preparaba la merienda. El resto del día lo iba construyendo a su antojo. Pero no siempre fue de ese modo. Al comienzo dedicaba mucho tiempo a concentrarse en algo específico para soñar con ello, y a menudo no resultaba. Cuando eso le fue fácil, empezó a manipularlos desde dentro, en sus duermevelas, cosa que le cansaba muchísimo. Con los años, aprendió a vivir dormida. Aquel proceso fue de la mano del tipo de sueños que creaba, pasando de princesas y hadas a una vida real perfecta.
 
El lunes 9 de marzo de 1959, dentro de su rutina, Gloria conoció a un asturiano que la comenzó a querer, aunque para ella sólo era un contratiempo. Él no desistió, cada día se enamoraba más de la felicidad que transmitía y se lo hizo saber con cientos de detalles y algunas palabras. “Sólo por escucharlo, llegué hasta sentirme infiel con el hombre que me había dado dos hijos en mis sueños. Sé que puede parecer ridículo… ¡teníamos una relación de casi 7 años! Una relación preciosa, ideal”.
 
Un día, de repente, Gloria aceptó salir con el pretendiente. También aceptó casarse con él y emprendieron una nueva vida en Asturias. “Qué se va a hacer, me enamoré. Yo quería al padre de mis hijos, lo quería mucho, pero no era la clase de amor por la que eres capaz de dejarlo todo, tu armonía, incluso tu felicidad”.
 
Actualmente Gloria Domínguez sigue casada en Asturias y tiene tres hijos y cinco nietos inscritos en el registro civil español. Asegura que todas las noches continúa viendo a sus otros dos descendientes, que aún no le han dado nietos.
por Rafael R. Valcárcel

Fuente: http://www.nocuentos.com