Archivo por días: mayo 15, 2008

LOS SUEÑOS DE UN NIÑO


        Había una vez un niño que vivía en una casita en la montaña con sus padres, su casita estaba bastante alejada del pueblo, vivían allí por que todo el mundo se reía del niño y los padres decidieron irse lejos del pueblo para que nadie se reirá de él.
        El motivo por el que todos los demás se reían era por el aspecto que tenía el niño, pues se trataba de un niño con las cejas muy juntas y mucho pelo, la nariz muy larga y con unos dientes muy grandes que no le dejaban cerrar la boca.
        Cuando los demás le veían se dedicaban a insultarle  y reirse de él llamandole «Tonto».
        Sin embargo, él no era tonto, era muy inteligente y de buen corazón, le gustaban mucho los animales y siempre andaba por el bosque observándoles  y cuidando de aquellos que estuvieran heridos. También le gustaba mucho leer, se  pasaba casi todo el día leyendo libros. Un día sus papas le regalaron un libro que se titulaba » La vida en el Circo», en este libro se contaban las aventuras que vivían los Trapecistas, los Payasos, los Domadores… Y Bruno que así se llamaba quedo fascinado, le gusto tanto que se pasaba el día soñando con la vida del circo, imaginando como vivirían sus habitantes, sobre todo como sería la vida de un Domador de Circo.
        Le gustaba tanto la idea de ser Domador que decidió ir practicando y con la ayuda de sus perritos, comenzó a trabajar.
        Paso el tiempo, y de pronto un día algo sorprendente ocurrió. Bruno estaba jugando con sus perritos cuando llego su papá y muy contento le dijo: » Te traigo una buena noticia, algo que se que te gustará mucho, ha llegado al pueblo un CIRCO. Bruno no se lo podía creer, porque a  aquel pueblo nunca había ido un circo, se puso a saltar de alegría, pero de pronto se quedo muy triste, porque sabía que se bajaba al pueblo todos se iban a reír de él. Sin embargo tantas eran sus ganas de ver el circo que decidió que sería valiente y que aunque se reirán de él, no les iba a hacer caso.
        Así que al día siguiente bajo al pueblo con sus papas y con gran entusiasmo observó como empezaba la función.
        Bruno, casi no respiraba de la emoción, los Trapecistas volaban en lo alto, de pronto parecía que se iban a caer, pero enseguida volvían a subir otra vez hasta lo más alto y todos aplaudían contentos de que no les hubiera pasado nada, los Malabaristas hacían unas piruetas increíbles y los Payasos eran estupendos y muy graciosos, todo el mundo se reía con ellos. La función iba a terminar y Bruno se dio cuanta de que en aquel circo no había Domador, entonces en un ataque de valentía salto al centro de la pista y la pidió al director del Circo que le dejara actuar a él como domador. El director que era un hombre muy bueno, le dejo. Bruno llamo a sus perritos y estos enseguida corrieron a su lado, la gente estaba muy sorprendida y todos empezaron a reirse diciendo: » Pero que hace, si es el tonto que vive en la montaña». Bruno decidió no hacer caso y seguir adelante con su número. La música empezó a tocar y Bruno comenzó a dirigir a sus perritos, los perritos a las ordenes de Bruno saltaban, daban vueltas y pasaban por un aro.
        Toda la gente que esta viéndole, se quedaron con la boca abierta y se dieron cuenta de que era un gran chico y todos se sintieron culpables por haberle tratado tan mal.
        Cuando termino de actuar todos se pusieron de pie aplaudiendo y gritando: » BRAVO, BRAVO!!!!». Sus papas muy contentos corrieron a abrazarle.
        En aquel pueblo desde entonces nunca más se volvió a discriminar a nadie, ni a reirse de alguien porque fuera diferente, la gente del pueblo se dio cuenta de que todos somos especiales y diferentes y que debemos acertar a todos las personas.
        Bruno y su familia se quedaron a vivir en el pueblo, donde todos los querían y donde Bruno hizo un montón de amigos. Pasados unos años, pudo ver su sueño hecho realidad, comenzó a trabajar en un circo como Domador y se hizo muy famoso.

FIN

Fuente: http://www.geocities.com/juanfontanillas

Juzgar y ser juzgado


        Te invitamos a que observes un mecanismo mental: ¿qué te sucede ante los puntos suspensivos de esta frase: «Ojo por ojo […]» ? Lo más probable es que, apelando al archivo de tu memoria, la hayas completado con la antigua frase bíblica. Ese mecanismo cognitivo-cerebral se llama «tendencia al completamiento»: necesitamos CERRAR una estructura que percibimos como inacabada, y por lo general la mente lo hace apelando a lo que SUPONE que falta (tal como necesitamos cerrar un círculo que halláramos inconcluso en una pizarra). Sin embargo, en esta ocasión, por ejemplo, lo que queríamos compartirte NO era la frase bíblica, sino un pensamiento de Gandhi que previene sobre la venganza, y que dice: «Ojo por ojo… y el mundo va quedando ciego».  Bien: a la hora de relacionarnos con otra persona, este mecanismo puede ser fatal. Veamos por qué…

 

     Cuando conocemos alguien, este automatismo se dispara desde nuestra parte más animal: el instinto de supervivencia. Velozmente evalúa si esa persona es peligrosa o no (lo cual psicológicamente se traduce como «me gusta o no», «me cae bien o mal»): el cerebro emocional toma una cantidad de datos que percibe del otro, y completa el resto buscando en su memoria información que le parezca que «encaje» en lo faltante (gente que nos dañó o nos amó, preconceptos sociales, etiquetamientos varios…). Así, hay un porcentaje del otro que percibimos objetivamente, pero otro muy grande que rellenamos con proyecciones inconscientes. El resultado se llama PRE-JUICIO.  Y pronto el «PRE» queda por el camino, aconteciendo un JUICIO, liso y llano, hacia quien no conocemos en profundidad. O sea: terminamos vinculándonos, en vez de con personas reales, con construcciones mentales que hemos archivado cual si fueran «objetivas», y a partir de las que seguimos luego interpretando la conducta y la identidad del otro por tiempo indefinido… (Cuando esto sucede hacia nosotros nos duele y nos indigna, verdad?)

 

    Si nos permitimos, en cambio, EXPLORAR QUIÉN ES EL OTRO, la vida comienza a ser mucho más que una proyección de nuestras diapositivas internas en un cuarto oscuro: podemos ver con mayor sensatez a quién elegir para nuestro entorno y a quién no, qué más hay en una persona que hayamos pre-juzgado como innoble / mala / maravillosa / indigna… El primer paso es AUTOOBSERVARSE para captar el momento exacto en que estamos completando con proyecciones lo que desconocemos del otro  (así se trate de alguien con quien nos relacionamos desde hace años!). Y en ese instante, practicar un antiguo ejercicio de Oriente traducible como «SUSPENDER EL JUICIO». Ese «mantener en suspenso» nos dará tiempo para VER en vez de PROYECTAR. 

Aquí van, para que te acompañen, unas palabras de quien fundó el Aikido, el maestro japonés Morihei Ueshiba (1883-1969):

 

«Contempla las obras de este mundo,

escucha las palabras del sabio

y toma todo lo bueno como propio.

Con esto como base,

abre tu propia puerta a la verdad.

No desprecies la verdad que está justo ante ti.

Tan pronto como te ocupas

del ‘bien’ y el ‘mal’ de tus semejantes

creas una abertura en tu corazón

por la que entra la malicia.

Examinar, competir y criticar a otros

te debilita y te derrota.

No encares este mundo

con temor y rechazo.

Afronta con valor

todo lo que los dioses te ofrecen.

El hierro está lleno de impurezas que lo debilitan;

la forja lo transforma en acero

y hace de él una espada filosa.

Los seres humanos

se desarrollan del mismo modo.»

 

 

 Virginia Gawel & Eduardo Sosa , Directores del Centro Transpersonal de Buenos Aires,  http://pensamientosensible.blogspot.com