Besotes de Sol
Su
Medita, porque este momento será significativo para ti. Siempre que alguien muere, alguien con quien te has relacionado profundamente, alguien con quien has sido muy íntimo, alguien con quien has estado feliz e infeliz, triste y enojado, alguien con quien has conocido todas las estaciones de la vida y alguien que de alguna manera se ha convertido en una parte de ti y tú te has convertido en una parte de él o de ella — cuando alguien así muere, no es sólo una muerte que ocurre afuera, es una muerte que ocurre adentro también. [Ella] llevaba una parte de tu ser, así que cuando ella muere, esa parte de tu ser también muere. Ella satisfacía algo en ti. Ella desaparece y quedan las heridas.
Tenemos muchos huecos en nuestro ser. Debido a esos huecos buscamos la compañía del otro, el amor del otro. Con la presencia del otro nos la arreglamos de alguna manera para llenar esos huecos. Cuando el otro desaparece, esos huecos están ahí de nuevo… abismos que se abren bostezando. Puede que te hayas olvidado de ellos, pero los sentirás a ellos y el dolor. Utiliza entonces estos momentos para una meditación profunda porque tarde o temprano esos huecos se llenarán de nuevo. Estos huecos desaparecerán otra vez. Antes de que esto suceda es bueno adentrarse en esos huecos, para entrar en ese vacío que ella dejará trás de sí.
Utiliza pues estos momentos. Siéntate en silencio, cierra tus ojos, ve hacia adentro. Y simplemente ve qué ha sucedido. No pienses en el futuro, no pienses en el pasado. No te adentres en las memorias porque eso es vano. Sólo entra. ¿Qué te ha sucedido? Ella está muerta; ahora ¿qué te ha sucedido? ¿Qué te está sucediendo? Sólo adéntrate en ese proceso. Eso te revelará muchas cosas. Te transformarás completalmente si puedes penetrar esos huecos. No intentarás llenarlos otra vez, pero aún así puedes amar.
Uno puede amar sin llevar de ninguna manera al otro al interior y satisfacer una cierta necesidad profunda que está ahí. Uno puede amar como un lujo… porque uno tiene que compartir y uno desea compartir. Entonces el amor no es más una necesidad; tú no estás ocultando tus heridas detrás de esto.
Adéntrate pues en estas heridas, entra en este vacío, entra en esta ausencia, y observa — esto es lo primero.
Lo segundo: recuerda que la vida es realmente efímera, está deslizándose… tan momentánea. Vivimos en un mundo mágico. Seguimos haciéndonos ilusiones. Una y otra vez el engaño cae. Una y otra vez la realidad hace erupción. Una y otra vez alguien muere y se te recuerda que la vida no es confiable, que uno no debería depender demasiado de la vida. En un momento está ahí, en otro momento se ha ido. Es una burbuja de jabón — apenas un pequeño pinchazo y se ha ido. De hecho cuanto más entiendes la vida, más te maravillas de cómo es que existe. Entonces la muerte no es el problema; la vida se convierte en el problema. La muerte parece natural.
Es un milagro que exista la vida — una cosa tan temporal, una cosa tan momentánea. Y no sólo existe, la gente confía en ella. La gente depende de ella, la gente cuenta con ella. Pone todo su ser a su pies — y es sólo una ilusión, un sueño. En cualquier momento se va y uno se queda llorando. Con ella se va todo el esfuerzo, todo el sacrificio que habías hecho por ella. De repente todo desaparece. Así que obsérvala — esta vida momentánea, ilusoria como un sueño.
Y la muerte le está llegando a todos. Todos estamos parados en la fila, y la fila está continuamente acercándose a la muerte. Ella desaparece; la fila es un poco mas pequeña. Ella ha hecho espacio para una persona más. Cada persona que muere te acerca más a tu propia muerte, así que cada muerte es básicamente tu muerte. En cada muerte uno está muriendo y acercándose a la parada total. Antes de que esto suceda, uno tiene que hacerse tan consciente como le sea posible.
Si confiamos demasiado en la vida, tendemos a volvernos inconscientes. Si empezamos a dudar de la vida — esta supuesta vida que siempre termina en muerte — entonces nos volvemos más conscientes. Y en esa consciencia una nueva clase de vida comienza, sus puertas se abren — la vida que es inmortal, la vida que es eterna, la vida que va más allá del tiempo.
The Passion for the Impossible (sin traducir)
«Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?»
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-Encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien-asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Que importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.
-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé si la venta es urgente.
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
Fuente: