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Después de estudiar 13 años de educación escolar y 6 años de carrera universitaria, sentí que sabía muchas cosas y que el mundo estaba a mis pies. La vida no se demoró mucho en enseñarme que nada de lo aprendido me servía para conseguir ser feliz, entender mis emociones, sentirme a gusto conmigo misma, armonizar mis relaciones y encontrarle sentido a la vida.
Entonces quise encontrar respuestas y usando mi intuición y mi mente, comencé a buscar nuevos saberes que me ayudaran a descifrar el laberinto de la existencia. Nuevamente adquirí un montón de conocimientos con los cuales desafié el paradigma que la sociedad que me había entregado.
Un nuevo mundo se abrió ante mí, por un tiempo me sentí emocionada, satisfecha y me llené de orgullo. Creí que ahora sí estaba aprendido lo realmente necesario y sin darme cuenta de mi confusión sentí en mi interior una relativa importancia frente a quienes califiqué como confundidos. Me sentí especial y frente a mi danzaron un sinnúmero de promesas de las cuales pretendí ser humildemente merecedora.
Percibí ángeles revoloteando a mi alrededor, creí en seres avanzados que venían a socorrerme, ensayé herramientas orientales y adquirí originales conocimientos milenarios rescatados por alguien que algún día buscó explicaciones. Me dediqué a trasmitir lo aprendido y algunos me creyeron. Repetí en voz alta verdades leídas, con la misma certeza que antes había adornado mi ego con títulos académicos.
Y de pronto, sin mediar estímulos externos, tomé conciencia de lo vano que se había tornado nuevamente mi camino y me di cuenta que una vez más me había dejado hipnotizar por mi mente tan urgida por saber y explicar. No soy única ni especial, simplemente soy como tú, como aquél, como el árbol y el viento.
Comprendí que el afán por saber es tan absurdo como el de tener cuando el objetivo es el reencuentro con nuestra verdadera naturaleza. Llegar a sólo Ser en el presente parece imposible si se desea conquistar con herramientas concretas.
Nada realmente valioso se puede saber ni tener, el único tesoro que esta vida te puede ofrecer es que consigas darte cuenta que simplemente eres parte del Todo.
Si deseas tener éxito a los ojos de los demás dedícate a acumular. Acumula bienes, belleza, conocimientos, cargos, juventud, consejos. Mientras más acumules más te admirarán algunos y envidiaran otros, pues en este mundo ilusorio, siempre están presentes los opuestos. Hoy te adoran mañana te odian, hoy estás deprimido mañana contento, hoy te sobra mañana te falta, hoy tienes compañía mañana estarás sólo, hoy llueve mañana brillará el sol.
Si deseas conseguir paz interior, haz de hacer precisamente lo contrario: soltar. Suelta tus expectativas, tus creencias, tus valores, tus metas, tus exigencias, tus deberías. Cada vez que llegues a una conclusión, repítete esto no verdad… Suelta, suelta, suelta…. Desafía diariamente tu mente, de esta forma la tendrás trabajando para ti y no terminarás construyendo una vida que no te agrada para complacerla.
¿Significa esto que debemos renunciar a los desafíos que el mundo nos ofrece? La mera formulación de esta pregunta ya contiene la trampa de un debería. No existen los deberías en el camino de la conciencia. Pues no hay un debería bien obedecido que nos pueda otorgar aquello que tanto ansiamos.
El mundo es hermoso y desafiante, el juego tiene un sentido. Mientras más soltamos, el mundo se vuelve más hermoso ante nuestros ojos, sus habitantes se tornan más interesantes y más atractivos sus desafíos. Con la conciencia que nada de ello nos define, sólo resta disfrutar lo que nos toque o escojamos.
La vida es la amalgama perfecta entre la sorpresa y el resultado de nuestras elecciones. No importa la fuerza que pongamos siempre la existencia terminará por sorprendernos. No importa cuánto lo añoremos sino nos movemos no llegaremos.
¿Te cuento un secreto? Se siente bien esto de irse quedando vacía, se parece tanto a sentirse colmada….