Archivo por meses: julio 2013

Alégrate cuando te descubras otro defecto


42Parece que el título es contradictorio, incoherente, paradójico, o un error, y que, en realidad, el descubrimiento de un defecto debiera ser motivo de frustración, de pena, o motivo para una depresión, pero no.

A día de hoy, estoy convencido de lo que digo.

“Descubrir” es “quitar lo que cubre”, “destapar lo que está cubierto”, “hallar lo que estaba ignorado o escondido”, pero cualquiera de las definiciones dice lo mismo: hacer visible algo que previamente estaba porque existía.

“El defecto” ya estaba en uno cuando ha sido descubierto.

Y si uno no era consciente de que estaba, quiere decir que seguía insistiendo en “el defecto”, y que uno nunca se pondría a la tarea de tratar de eliminarlo puesto que desconocía su existencia.

defectosAhí comienza mi teoría de que debiera ser un motivo de alegría, porque ahora, al ser consciente de “el defecto” es cuando se pueden tomar las medidas o decisiones necesarias.

Y cuando nos hallamos deshecho de “el defecto” estaremos un poco mejor, o mucho mejor, como personas.

Tendremos un “defecto” menos y estaremos, por tanto, más cerca de la perfección.

Si te descubres, o te descubren, un nuevo “defecto” no reacciones con ira, con rabia, ni lo niegues.

Responsabilízate de él, y luego haz lo que tengas que hacer.

Somos humanos –cosa que se olvida a menudo, o que no se termina de comprender en su realidad-, y eso lleva implícito, ineludiblemente, que la imperfección es lo habitual.

En mi opinión, lo que llamamos “defecto” -que para mí no es lo mismo que para los otros, y por eso tantas comillas- no es una imperfección, sino la forma de llamar a lo que aún no se ha desarrollado del todo de una cualidad. Esto quiere decir que tenemos cualidades que podemos llegar a desarrollar más.

Y ese es otro motivo de alegría: el saber que una cualidad que ya tenemos puede ser ampliada más, lo que nos acercará un poco más a esa perfección que ansiamos.

El peso del agua


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Un conferencista hablaba sobre el manejo de la tensión. Levantó un vaso de agua y preguntó al auditorio:
—¿Cuánto creen ustedes que pesa este vaso de agua?
Las respuestas del público variaron entre 20 y 500 gramos. Entonces el conferencista comentó:
—No, eso depende. No es un asunto de peso sino de tiempo. En verdad poco importa el peso absoluto. Lo que importa considerar es el tiempo que voy a sostenerlo. Si lo sostengo por un minuto, no pasa nada. Si lo sostengo durante una hora me empezará a doler el brazo. Si lo sostengo durante un día completo, tendrán que llamar una ambulancia. Y es exactamente el mismo peso: pero mientras más tiempo paso sosteniéndolo, más pesado se va volviendo. Y concluyó:
—Si cargamos nuestros pesos todo el tiempo, más temprano o más tarde no seremos capaces de continuar: la carga se irá volviendo cada vez más y más pesada. Lo que tienes que hacer es dejar el vaso en algún lugar y descansar un poco antes de sostenerlo nuevamente. Tienes que dejar la carga periódicamente: eso es reconfortante y te permite continuar de nuevo.
Por lo tanto, antes de que regreses esta noche a tu casa deja afuera el peso de tus tensiones. No lo lleves a tu casa. Mañana podrás recogerlo otra vez, al salir.

RELACIONES MADRE – HIJA


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El amor entre madre e hija es algo muy sagrado. La madre es la portadora del don de la concepción, la hija es la heredera de la madre, la heredera de ese don. La madre es el espejo de la hija, la hija es el espejo de la madre.

Sanar la relación con tu hija es honrar el vínculo. El vínculo que hizo que la energía divina llegara a ti y creara la vida en tu interior, en tu sagrado vientre, que hizo que un ser como ella naciera de ti.

Sanar la relación con tu hija es darle el espacio de crecimiento que ella necesita sin intervenir, sin tratar de cambiarla, simplemente observando lo que está pasando contigo, con tus emociones, en tu interior. Abrir ese espacio de crecimiento te va a ayudar a ti también a ir mas profundo en tu sanación y subir un nuevo peldaño en tus relaciones.

Sanar la relación con tu hija es revisar tu lealtad de hija a la familia, revisar el modelo de hija aprendido con tu madre, con tu padre, es darse cuenta de tus creencias sobre el rol de hija.

Sanar la relación con tu hija es abrirte de corazón y abrigar cualquier situación, lo que sea sin juicio, con ecuanimidad, con paciencia.
Finalmente sanar con tu hija es sanarte a ti misma.

Te invito a observar la situación que estás viviendo, a sentir lo que te produce y luego a entregarla al orden divino para que se resuelva.

Gai: Eres también mi hija, cuenta con mi apoyo, con mi amor incondicional, recuerda que existo, me siento honrada de servirte.
Si quieres realizar un acto simbólico para que esta sanación se materialice, realiza un pequeño ritual de entrega al agua, cualquiera sea… puede ser ofrendar una rosa a las aguas del océano o río, etc … que simbolice tu voluntad de sanar esta situación, acompañada de un pequeño rezo al Gran Espíritu de Dios, con tus palabras, sin olvidar que el siempre, siempre te escucha.

Abrazando tu Ser GAYA (Gaia).

AL MORIR UN HOMBRE HIZO 3 PEDIDOS:


ataud

1) Que su ataud fuese cargado por los mejores medicos de la epoca.
2) Que los tesoros que tenia, fueran esparcidos por el camino hasta su tumba.
3) Que sus manos quedaran en el aire fuera del ataud a la vista de todos.

? Alguien asombrado le pregunto cuales eran sus razones?
El explico:
1) Quiero que los mas eminentes medicos carguen mi ataud, para demostrar que ellos NO tienen ante la muerte el poder de curar. 2) Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros, para que todos puedan ver que los bienes materiales aqui conquistados, aqui se quedan.
3) Quiero que mis manos queden descubiertas fuera del ataud, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacias, y con las manos vacias partimos, al morir nada material te llevas…

«EL TIEMPO» es el tesoro mas valioso que tenemos, podemos producir mas dinero, pero no mas tiempo…!

EL MEJOR REGALO que le puedes dar a alguien es TU TIEMPO

LAS CINCO HERIDAS QUE IMPIDEN SER UNO MISMO


herida

Nuestra alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por razones muy precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para sanar una serie de heridas, y así integrar la personalidad con el alma. Venimos a aprender a aceptar y amar incondicionalmente partes de nosotros que hasta ahora han vivido ignoradas y con miedo. Somos atraídos hacia padres con heridas como las nuestras para recordarnos qué hemos venido a amar.

Aprender a aceptar nuestras heridas es aprender a ser responsables y a amarnos incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y la sanación del alma.

¿Te has dado cuenta que cuando acusas a alguien de algo, esa persona te acusa a ti de lo mismo?. Verifícalo con la otra persona, y aparte de sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios.

No aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada. Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa que, como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana para espiritualizar la materia, nos permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la materia.

La sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El perdón hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana, y para eso hay que aceptar que uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre, y aceptar que ha acusado a otros de hacer lo que uno mismo hace a los demás. En el fondo, todos somos humanos, y aceptar nuestras limitaciones es lo que nos hace humildes y nos permite descubrir nuestra herencia divina.

Las cinco heridas del alma más comunes son:
– El rechazo
– El abandono
– La humillación
– La traición
– La injusticia

No necesariamente tenemos las cinco heridas. Con humildad y sinceridad cada cual puede reconocer sus heridas. Reconocer nuestra limitación humana es el primer paso en el proceso de sanación. Si nos cuesta identificar nuestras heridas es porque nos ocultamos tras una máscara, que se construyó para no ver ni sentir esa herida.

LISE BURBEAU

Ilustración de Ken Wong